Es curioso
como las personas somos los únicos animales que tenemos la capacidad de hablar
y, sin embargo, somos la especie que peor se comunica.
Si os paráis a
pensar en las diferentes especies animales que existen, todas tienen
organizaciones perfectas y maneras de comunicarse perfectas, veamos ejemplos:
- Bandadas de pájaros que vuelan completamente alineados y que cambian su rumbo coordinadamente, como si fueran un organismo único.
- Bancos de peces que, de manera similar, coordinan sus movimientos como si fuesen la mejor compañía de baile.
- Enjambres de abejas que responden ante las señales que sus compañeros les indican para conseguir el alimento.
Todos los
animales tienen una coordinación de actividades, interactúan unos con otros y
se comunican de una manera perfecta, entonces…¿por qué los seres humanos no
somos capaces de hacerlo?
Hay muchos
factores que influyen en este hecho, pero vamos a intentar resumirlos en 2:
- En primer lugar, los animales son seres sociales, que asumen su rol dentro de dicha sociedad. El ser humano también es un ser social, sin embargo, tiene un carácter individual (y eso no es malo, para nada) que lo hace tener una característica que los animales no tienen, el ser humano es egoísta.
- En segundo lugar, la sociedad no nos educa para mirar por el bien común de dicha sociedad (y no estoy hablando de política), sino que nos adiestra para desarrollar nuestra individualidad, con una característica para mí claramente errónea, que no nos educa para ser mejor cada día, sino que nos educa para ser mejor que los demás.
Fijaos, toda
nuestra educación se basa en mediciones y comparaciones con otros, desde que
nacemos se nos evalúa por un sistema de calificaciones en los que están los
mejores alumnos, los normales y los malos y, por supuesto, se nos dice que,
para triunfar en la vida, debemos ser los mejores, es decir, mejores que los
demás.
Y esto…¿Qué
tiene que ver con la comunicación? Pues…todo. Esta manera de educarnos hace que
todos nuestros actos de comunicación se basen en una continua pelea por llevar
la razón.
Si pensáis en
lo que os digo, cuando hablamos con otras personas, casi siempre tratamos de
convencerles de algo: de que nuestro equipo de fútbol es mejor que el suyo, de
que nuestras ideas políticas son las acertadas, de que nuestro planteamiento
sobre cualquier tema del trabajo es el correcto, incluso cuando hablamos con
nuestros hijos, siempre les intentamos convencer de que deben actuar como
nosotros le decimos, porque sabemos más que ellos y tenemos RAZÓN.
Pensad ahora
el esfuerzo que continuamente dedicamos a intentar a convencer a los demás de
que estamos en posesión de la verdad…y ahora pensad, ¿cuántas verdades
absolutas hay en el mundo que nos rodea? En el ámbito técnico-científico pueden
existir verdades absolutas, no lo niego, pero en el ámbito social, ¿cuántas
verdades absolutas existen? Yo creo que muy pocas, pero siempre pensamos que
nosotros estamos en posesión de la verdad, y por si eso fuera poco, no
entendemos cómo la persona con la que hablamos no ve la realidad como nosotros
la vemos.
Este es el
motivo por el cual nuestra comunicación es continuamente ineficiente, pero
entonces me podéis decir…¿para poder comunicarnos bien debemos renunciar a
nuestros pensamientos, a nuestras creencias…a nuestra manera de entender el
mundo y la vida?
No, nada más
lejos de mi intención, porque la clave no está en ganar y llevar razón, pero
tampoco está en perder y dejarnos someter, la clave de la comunicación
eficiente entre personas es la capacidad que tengamos para llegar a acuerdos.
Las personas
que sean expertas en negociación os dirán que siempre en toda negociación hay
que ceder, hay que buscar puntos de encuentro entre las posturas existentes y
hay que llegar a acuerdos satisfactorios para ambas partes.
Entonces, si
es tan sencillo de plantear, ¿por qué no lo hacemos en todos los ámbitos de
nuestra vida?
Os pongo un
ejemplo, ¿alguno de vosotros se ha enfadado con su pareja, con su hijo, con su
padre, con su hermano, con su jefe, con su compañero, con su colaborador…y ha
adoptado una postura inflexible en la que se ha posicionado firme para no
ceder? Y, por supuesto, la otra persona se ha posicionado de la misma manera, y
habéis estado enfadados durante un tiempo (una hora, un día, una semana, un
mes…espero que no haya sido para siempre).
Al final, ese
enfado se pasó(como os he dicho espero que haya pasado, y si no es así, este es
un buen momento para arreglarlo), y el encuentro se produjo por uno de estos
motivos: porque uno de los dos cedió completamente, o porque ambas partes
llegaron a un entendimiento, cediendo poco a poco para buscar el acercamiento.
En el caso de
que fuese por el primer motivo, uno de los dos ha podido ganar, pero os aseguro
que en la otra persona habrá provocado sentimientos muy negativos, sobre todo
impotencia y frustración.
Sin embargo,
si el acercamiento ha sido por el segundo motivo, os aseguro que el reencuentro
habrá sido más satisfactorio para ambas partes.
Entonces yo os
pregunto, ¿no sería más fácil intentar buscar ese entendimiento desde el primer
momento?¿No nos ahorraríamos disgustos?¿No desaprovecharíamos cantidades
enormes de energía que gastamos ineficientemente en mantenernos firmes en
nuestra posición?
Pues os voy a
decir una cosa, sería muchísimo mejor, pero no es más fácil, porque para
hacerlo de esta manera, nuevamente debemos trabajar en nuestro proceso de
cambio interior, ya que, de manera innata, vamos a hacer lo mismo siempre, ya
que nos hemos educado y crecido así, para llevar razón y ganar.
Entonces, ¿qué
debemos hacer para comunicarnos mejor y dejar de intentar tener razón siempre,
ganar a toda costa y machacar a nuestro adversario?
La respuesta
es muy compleja, y os anticipo que está basada en un concepto muy escuchado
pero poco conocido de verdad, la EMPATÍA, pero este es un tema que hablaremos
en otro artículo, mientras tanto, me gustaría que pensarais si, efectivamente…
“El ser humano es el
animal que peor se comunica”
Héctor Trinidad
Director General de NASH
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